Siempre había escuchado eso de que los periodistas detrás de un micrófono se creen más que nadie porque un micrófono da mucho poder. Esto la verdad es que no me lo creí nunca hasta que me pasó lo siguiente.
En septiembre del año 95 llegaba hasta Marbella un final de etapa de la Vuelta Ciclista a España. El entonces presidente de la Unión Ciclista Virgen del Carmen de Estepona, Cleto Martínez nos invitó a mí y a otro compañero a ver el final de esa etapa, gracias a una invitaciones que tenía de una firma cervecera (patrocinadora del evento). Dicha invitación se limitaba únicamente a poder subirte en línea de meta al bus de esta firma, ver el final de etapa y ponerte de cerveza hasta las orejas.
Pero Cleto quería más, quería que, aprovechando que yo estaba en la SER, instase a Javier Ares a que nos grabase un anuncio para participar en una carrera benéfica. Yo, armandome de valor cojí aquella invitación, me la coloque sobre el pecho al revés, cojí la alcachofa amarilla de la SER y me paseé por línea de meta como Pedro por su casa. Me daba cuenta de que los vigilantes, la policía, la organización; incluso el público no se fijaba ni en la cara, ni en la acreditación; todos los ojos se clavaban en esa esponja amarilla que ponía Cadena SER.
Al final va a se verdad que un micrófono da poder. Lo bueno, o lo malo, según se mire, es como utilizar ese poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario