No sé si fueron los nervios de hablar en público o la incultura de este personaje lo que propició esta anécdota.
En una feria de Estepona, el día de la víspera, en el pregón que daría un conocido comunicador, el político de turno hizo entrega de una placa conmemorativa al pregonero.
A la hora de dicha entrega, el político, titubeante, comenzó como a tartamudear "El, el, el, el". Como no sabía lo que tenía que decir, dijo "bueno, esto lo entregamos entre todos eh".
La gente asistente al acto, incluso el propio pregonero, esperaba más y el político, como no tenía otra opción, se puso a leer lo que ponía en la placa. Y claro, se vio el por qué del tartamudeo, cuando dijo: "El, el, el, el Ilmo."
Los asistentes comenzaron a descojonarse por ver, o bien la traición de nervios, o la incultura del político.
La gente asistente al acto, incluso el propio pregonero, esperaba más y el político, como no tenía otra opción, se puso a leer lo que ponía en la placa. Y claro, se vio el por qué del tartamudeo, cuando dijo: "El, el, el, el Ilmo."
Los asistentes comenzaron a descojonarse por ver, o bien la traición de nervios, o la incultura del político.
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